Todo el tiempo quise pedir y tener más de lo que estaba dispuesto a dar.
Fuí siempre egoísta, al mas mínimo indicio de recibir palabras duras, me alejaba y me hacía indiferente a todas las cosas. Nunca, nunca, quise a alguien, aún si lo intenté.
Hasta hace poco, mi cuerpo, mente y alma hablaban por sí solos, derrochando vida, la vida que nunca tuve ni quise encontrar al lado de la primera persona que se acercara a decirme que le gustaba. Nunca quise entregarme a nadie por entero, porque jamás nadie merecería que lo hiciera, nadie era lo suficientemente bueno para mí. Eso hasta que llegaste a mi vida, y en mi propia ignorancia, cada vez menor conforme pasaba el tiempo, pude ser feliz como jamás pensé serlo en mi vida, entregándome poco a poco a alguien que por primera vez miraba como un igual, e incluso como superior a mí. No siempre saber es algo bueno.
Sin embargo, el dolor causado, las heridas y el pasado que golpea como un largo látigo aún encontrándonos lejos de él, comenzaron poco a poco a debilitar algo que era grande y se veía sereno e imposible de derruír. Comenzé poco a poco a decaer en las mismas acciones del pasado, intentando colocarme a mí y mi egoísmo por sobre los dos, llevándome a decir y hacer cosas que nunca quise ni pensé en hacer, y todo por estos sentimientos que llevo dentro de mí y que te he entregado. Era la primera vez que me sentía culpable de hacerle daño a alguien, hasta lo más profundo de mí, sentí mis vísceras estremecerse, con cada palabra sin sentido real...
Ahora ya no quiero más. El daño causado sigue allí, cortando como una navaja bien afilada, pero yo decidí que no quiero hacer más daño, no es justo para ninguno... mi persona no llega a tus talones, pero soy lo que soy, quiero entregártelo... ya no pido que me cuides, no pido que ames, no pido que no hagas nada... solo pido que me dejes darte las eternas disculpas y siempre entregarte mi ser y mis sentimientos.
-R.
