domingo, 6 de diciembre de 2009

Plan.




Ya tenía 18 años. Pensaba que era algo especial, algo que te permitía ir mas allá y hacer cosas con mayor libertad. De alguna manera... estaba en lo cierto.


Ese día, opté por arreglarme lo mejor posible -mi querida polera con la 'carita' de Nirvana, la camisa a cuadros roja habitual, jeans ajados, bototos y mi inseparable cadena de bolsillo-, tomé la micro y al poco rato llegué a Universidad de Chile.

El destello inusual de sus ojos me recibió frente a la tienda de videojuegos de la estación. Se veía bastante entusiasmada con aquel "Left 4 Dead" del que poco había oído. Con un suave y tímido roce de sus labios en los míos a modo de saludo, se aferró suavemente a mi brazo izquierdo y subimos por la escalera mecánica.
Mientras ella balbuceaba apresuradamente sus ganas de tener ese juego y comenzar a matar zombies a diestra y siniestra, yo no podía despegarme de sus ojos... y es que tenía la impresión de que ocultaban ese día parte de lo que ella iba a mostrarme.

Juguetonamente iba dándome de tanto en tanto inusitados toqueteos en mi entrepierna mientras seguía aferrada a mi brazo, sonrojada pero con una sonrisa traviesa a la vez. 'Cálmate un poco', le dije yo entre suaves risas. 'Ya estamos por llegar'. Si bien ella había cumplido los dieciocho hace mucho, bastante tiempo antes que yo, aún parecía una niña de unos dieciséis; las pecas adornando sus mejillas y los pómulos firmes, suaves como la seda.

A decir verdad estaba un poco desilusionado, había sido mi cumpleaños el día anterior y sin embargo ella no había dicho palabra alguna al respecto. Nisiquiera 'espero que lo hayas pasado bien' o algo así. Sin embargo, lo dejé pasar, no podía resistirme a la ternura que sus cálidos brazos me ofrecían mientras caminábamos.

Poco después, llegamos al lugar. Una señora con expresión aburrida pero servicial nos pidió el carnet. '¿Tan chicos nos vemos?' pensé, ahogando una sonrisa. 'Déjame a mi', le susurré disimuladamente con tono arrogante, 'después de todo ya soy adulto'. Le pasé mi cédula y pronto nos condujo a la habitación. El ténue fulgor rojo sobre el velador nos dio la bienvenida; la única fuente de luz en medio de la oscuridad del lugar. Tras esperar un momento conversando sentados en la cama, la señora nos trajo algo de beber a gusto y por fin quedamos completamente solos.

Tan pronto como cerré la ventanilla de la puerta y volví a sentarme, ella se levantó tomando mis manos y se sentó en mis piernas. Su expresión se tornó un tanto seria. Cuando iba a preguntarle si estaba a gusto, se adelantó. 'Discúlpame, pero de verdad quería guardarlo para este momento, como si de verdad se me hubiese olvidado'. Sonrió, apoyando la cabeza sobre mi hombro. 'Feliz cumpleaños, tontito'. Levantó la cabeza con suavidad y pegó sus labios nuevamente a los míos, pero esta vez con un dejo de pasión. Podía sentir su cálida lengua acariciando la mía, mientras una de sus manos recorría mi mejilla. La otra se aventuró, tanteando, hacia mi entrepierna, que ya estaba un poco levantada.

Dejando escapar una pequeña risita, de pronto se despegó de mi y enérgicamente se puso de pie, despeinándome cariñosamente con una de sus manos. 'Aquí, señor, comienza su regalito de cumpleaños'. Yo, bastante excitado, me apoyé sentado en la cama, pero ella se apresuró a tomar mis manos y colocarlas sobre sus pechos. Sintiéndome un poco más en confianza, comencé a acariciar en círculos sus pezones, que tras un poco de estimulación ya podían sentirse por sobre la polera. Levantándome, le sonreí y la besé de forma rápida, volteándola haacia la pared. Sosteniéndola entre mis brazos, le levanté la polera y desabroché su sostén. El aire acondicionado era propicio, pues pude notar como su piel se erizó y como sus pezones se levantaban con más fuerza. 'Vaya, ¡pero mírate el frío que tienes!' le dije entre risas. Ella, sonrojada, tomó mis manos y las colocó sobre sus pechos. Las apreté con suavidad, moviéndolas en círculos, jugando a la vez con sus pezones. De pronto soltó un pequeño gemido, con lo cual se encendió totalmente. Desabotonó su pantalón y lo dejó caer al suelo, colocando luego sus manos atrás mientras yo seguía jugando con sus pechos y desabotonando mi pantalón. Fue una tarea difícil, ya que podía sentirse mi creciente excitación. 'Qué duro que lo tienes... ¿sabes? Lo quiero adentro, calentito.', dijo seductoramente.

Se dio vuelta con rapidez y me empujó a la cama. Entre ruiditos, dejé caer mis pantalones y ella los suyos. Ambos nos sacamos la polera y quedamos tan solo en ropa interior. Se apoyó sobre mí mientras nos acomodábamos, sintiendo sus pechos contra mi cuerpo, calentitos y suaves. Abrió sus piernas y se sentó arriba mío, frotando su entrepierna con mi pene por sobre la ropa interior, con lo que hizo que me mojara un poco. También en lo posible con la tenue luz roja pude notar que se había mojado. Sin mas preámbulos, tomó mis boxers y los sacó rápidamente, mientras hizo deslizar su ropa hasta deshacerse de ella. Ambos estábamos sobre la cama, completamente desnudos. Ella tomó mi pene y con suavidad lo frotó sobre su clítoris. Pude notar como su vagina no se hizo esperar; visiblemente mojada y lista para ser penetrada. Tras juguetear un rato, frotándose, me hizo entrar en ella con un gemido en conjuto. 'Qué apretadita que estás', le dije sonriendo, mientras saltaba sobre mi pene húmedo, con rápidos vaivenes. 'Nutshell' sonaba de fondo, un tema bastante tranquilo para lo que comenzaba a pasar en la habitación. De su mochila, rápidamente sacó una venda y tras salirse sobre mí, me la colocó alrededor de los ojos. 'Con esto podrás sentirlo aún más, rico.' dijo con un tono aún más seductor.

Ya no podía ver nada, sin embargo noté como su lengua lamía mi glande. Tras un momento, lo metió totalmente en su boca y comenzó a gemir mientras jugaba con su clítoris. Yo ya no podía resistirlo más, tenía la necesidad de un orgasmo. Sin embargo, ella llegó primero, dejando un poco de líquido sobre la alfombra en el suelo. 'Mira qué rico es, yo quiero probar' le dije. 'Claro, quiero sentir tu lengua, piensa que estamos besándonos', dijo mientras se sentaba con las piernas abiertas sobre mi cara. Podía sentir su calor a medida que lamía su clítoris deseoso y sus labios húmedos. Metí con suavidad mi lengua, mientras ella seguía lamiendo mi pene en movimientos circulares y masturbándolo de vez en cuando.

Mientras estábamos en lo nuestro, yo acariciaba sus piernas. De pronto, la tomé por las caderas y la dejé sobre la cama dándome la espalda. Ella entendió el mensaje y se acomodó, levantando su cadera hacia mí. Su vagina se encontraba tan visible y abierta que no aguanté, acercándome rápidamente para tomarla por sus pechos y penetrarla con fuerza repetidamente. Ella presionaba de vez en cuando en su interior, con lo que sentía como nuestros fluídos se mezclaban. 'Ya me voy' le dije, con lo que asintió. 'Dame todo tu semen, ¡dámelo porfa!'. Resolví complacera, dejando que llegara el tan deseado orgasmo. El semen comenzó a presión a chorrear fuera de su vulva, cayendo sobre las sábanas. Tras un rato limpiándonos, nos metimos debajo de las sábanas, abrazados, conversando un buen rato y besándonos de vez en cuando. 'Creo que ha sido el mejor polvo de mi vida', le dije riendo. 'Mira tú, chanta, ¡es el primero! Igual que yo', respondió acariciándome el rostro. De pronto, nos quedamos dormidos hasta que sonó la alarma y, tras juguetear un rato y vestirnos, abandonamos el lugar.

'Gracias... espero que podamos repetir. La próxima vez quiero dejarte aún más cansado.'